Cuando esa verdad llega, desde nuestro conocimiento, experiencias, sentimientos, no se queda solo por un rato para luego desaparecer o convertirse en otra cosa. Su forma no cambia ni varía, ni va y viene, para luego volverse a ir y regresar de nuevo. Permanece exactamente como siempre fue y es, de manera que podamos contar con ella en caso de cualquier necesidad, y confiar con certeza en cada una de nuestras dificultades. Esa verdad del amor, de la visión real, que nace dentro de uno con firmeza, no necesita defensa y por lo tanto tampoco ni ataque, es el viaje a nuestro yo interior, a conocernos y volver a reconocernos.
La verdad no adopta una apariencia ahora y luego otra, evitando y evadiendo la aprehensión. No se oculta. Nace y renace a cada instante y claramente a cada paso. Es imposible que alguien que la busque verdaderamente no la pueda encontrar. Es reconocer que la tenemos, como de que vivimos, de que tenemos esperanzas, de que pensamos y respiramos. No hay dudas ni miedos, ese encuentro con la verdad te acompaña, permanece en tu conciencia, "la verdad es la que libera, no el esfuerzo por ser libre."
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