Cuando el tiempo nos asedia, creemos que cada momento es eterno, implacable.
Nos enfrentamos a la presión del deseo, para poder compensar en muchos momentos la desilusión, la ira que nos provoca no haber conquistado, conseguido lo deseado.
La duda, el miedo, nos paraliza y no nos permite sentir, ni ver con claridad esas sensaciones que necesitamos para que no nos controle ni perdamos el rumbo.
Lo importante en este tiempo, es volver a nuestra esencia, al ser interior, a recordar que somos capaces de aquietarnos y poder volver a una mente abierta, de poseer humildad, simplicidad y la capacidad de aceptación.
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