La dicha, la felicidad, la alegría, el estado de paz o serenidad, es una condición constante, completamente ajena al entendimiento. No obstante, si pudieses imaginarte cómo sería eso, lo desearías aunque no lo entendieses. Los pensamientos que parecen destruir, que nos dan miedo o traen dudas, son aquellos que le enseñan al pensador que uno puede ser " destruido", es como que le damos valor a lo efímero mas que lo constante. El deseo, la absoluta firmeza de creer que merecemos y somos capaces de percibir esa experiencia, nos fortalece para que nos haga sentir que tiene que ser persistente, comprendido y aceptado en nuestro interior, es la confianza y la seguridad de lo que deseamos. Reconocerlo, creer en ello, nos da la capacidad de poder disfrutar de ese estado permanente.
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