Todas las preguntas que nos hacemos realmente, es tan solo una manera de ver las cosas. Ninguna pregunta que uno se haga en estado de inquietud, duda, bronca, puede ser contestada porque de por sí ya tiene una respuesta. Una pregunta que se compone de dos partes, pregunta y responde simultáneamente, ambas cosas dan testimonio de lo mismo aunque en forma diferente. Muchas veces, independientemente de la forma que adopte la pregunta, el propósito es el mismo, nos preguntamos para establecer si está bien o mal, si es bueno o malo, etc, y las contestaciones expresan nuestras preferencias. Lo único que aparece como respuesta es exponer lo que afirmamos en forma de pregunta. Una pregunta engañosa carece de respuesta, pues dicta la respuesta al mismo tiempo que haces la pregunta. Cuando la respuesta es lo mismo que la pregunta, no aporta nada nuevo ni se aprende nada de ella. Una pregunta honesta, sincera, sin miedos ni dudas es un medio de aprendizaje que pregunta algo que tú no sabes. No establece parámetros para que se ajuste a una respuesta cómoda, sino que simplemente pregunta cual es la respuesta. Nadie que se encuentre en un estado conflictivo es libre para hacer esta clase de pregunta, pues no desea una respuesta honesta que ponga fin al conflicto. En nuestro interior, en tu yo, es donde puedes plantearte honestamente una pregunta honesta, y del significado de la pregunta se deriva todo el significado que puede tener la respuesta. Encuentra en ti, ese lugar sereno donde tu mente sienta claridad y paz como para poder escuchar una respuesta que no está implícita en la pregunta, y que te ofrezca algo nuevo y distinto.
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